Y tú, en el centro de todo,
observando el Moldava como un dios
y sabiéndote allá arriba
donde no pueden tocarte,
donde no pueden morderte,
donde no hay proyecciones de sombras chinas
de antenas
de cruces de granito
de manos marmóreas.
Y tú, en el centro de todo,
bebiendo el Lucerna como un dios
y muriéndote allí arriba
donde no pueden tomarte
la cara entre las manos,
donde no pueden oírte vivir
verte asfixiar
contarte los segundos.
Y tú, en el centro de mi mundo,
psicológico,
una figura cambiante en el Sumida,
muñecas amarradas,
psicofonías,
sonrisa cóncava.
Y tú
huella
quizás
adiós
mañana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Al comentar en este blog, manifiestas conocer y estar de acuerdo con la Política de Privacidad del mismo.