Ama desnuda la loca aquella
que sólo viste engaños
y no es más que un riñón y sangre y bilis.
Ama desnuda la bruja aquella
que sólo se pone caretas
y baila sin abrigos cárnicos ni pellejos.
No tiene ojos de vidrio
y se le pudrió la lengua hace años.
Escucha, aborrece las interrupciones
y bambolea las caderas como un péndulo,
legado de la búsqueda aquella de reunión,
de la fantasía aquella de engendrar.
Ama sin pieles la puta aquella
que viste sólo cebos
y llora sal y urea y plasma.
Ama sin sexo Calatalifa,
que se pone sólo espejismos
para poder tener voz.
No tiene ojos de vidrio
y de las cuencas cuelgan lombrices.
Palpa, se complace de guiar pulsaciones
y acaricia ropas que son disfraces,
legado del viaje a Junction City,
de la ensoñación aquella de rimar costillas.
Ama desnuda la reina aquella
de nombre ahogado en ilegitimidad
que no es más que órganos podridos.
Y, sin nombre, se adjudica Calatalifa
y se proclama ruina cadavérica
del espejismo de ser.