viernes, 14 de diciembre de 2018

Mujeres que sostienen

Mujeres que sostienen edificios sostienen ventanas
sostienen
tus manos y te encaran y te suplican que te veas
y te arrancan el mundo que pulverizas y te atan los cordones y te amamantan
y te descosen
a veces
y se embarazan de enojo
y se embarazan de furia
y se embarazan de hartazgo
y tedio
y aire o falta de aire
y ceguera de verse
de saberse
de saberte.

Mujeres de pechos firmes

sin sombra de edad sin sombra de vida
sin huella del mundo rugoso del deseo brasa en suelo mojado
del horror sordo de la esclavitud de la libertad
de la libertad de ser esclavo
de la esclavitud de ser libre.
Libre el que tiene dueño
reo loco de la autogestión
de la moral autoimpuesta autodecidida
autoevaluada autosancionada.

Mujeres que sostienen edificios sostienen ventanas

sostienen
mentiras repetidas muchas veces
verdades repetidas muchas veces
techos de vidrio pintado sombras de araña danzando en la viola
en la garganta
en las cuerdas percutidas
en tus brazos
en mis brazos que te sostienen y te veneran y te reclaman
en los arcos casi góticos
en el sabor trufado de Barcelona
en la humedad elástica de Bergondo
de Mondoñedo
de Malá Strana.

Mujeres que sostienen edificios sostienen ventanas

sostienen


el mundo.

viernes, 20 de julio de 2018

A veces

A veces,
no hay Poesía que valga.

Caemos.
Morimos.
Escupimos la tierra tráquea afuera
y de las fosas nasales.
Gateamos como recién humanos.
Despreciamos la luz del sol.
Volvemos a intentar vivir. 

A veces,
no hay Poesía que valga.

domingo, 17 de junio de 2018

Calatalifa

Ama desnuda la loca aquella
         que sólo viste engaños
y no es más que un riñón y sangre y bilis.

Ama desnuda la bruja aquella
         que sólo se pone caretas
y baila sin abrigos cárnicos ni pellejos.

No tiene ojos de vidrio

y se le pudrió la lengua hace años.

Escucha, aborrece las interrupciones
y bambolea las caderas como un péndulo,
legado de la búsqueda aquella de reunión,
de la fantasía aquella de engendrar.

Ama sin pieles la puta aquella
         que viste sólo cebos
y llora sal y urea y plasma.

Ama sin sexo Calatalifa,
         que se pone sólo espejismos
para poder tener voz.

No tiene ojos de vidrio

y de las cuencas cuelgan lombrices.

Palpa, se complace de guiar pulsaciones
y acaricia ropas que son disfraces,
legado del viaje a Junction City,
de la ensoñación aquella de rimar costillas.

Ama desnuda la reina aquella
         de nombre ahogado en ilegitimidad
que no es más que órganos podridos.

Y, sin nombre, se adjudica Calatalifa
y se proclama ruina cadavérica
del espejismo de ser.

sábado, 17 de marzo de 2018

Querido Mr. Jones

Querido Mr. Jones,
el mundo ha seguido girando
y eso prueba tu existencia.
Los puñados de sensibilidad
en que me hiciste hundir las uñas
se fertilizan a diario
con la dicción precisa
de ángeles hippies al piano
e ilusiones libres de arnés.

Querido Mr. Jones,
en ocasiones he creído verte
en miradas castañas y americanas salidas del tinte
y después he tenido que parpadear
porque se me irritaba el ojo izquierdo
a causa del propileno,
reflectante como el trayecto de Londres
hacia el lecho de Peter Pan.

Querido Mr. Jones, 
estabas allí sentado en un café de Malá Strana,
sonriéndole a Lennon
-o a los pedazos de él que elegimos exhalar-
y desafiando al tiempo y a la razón:
semidiós por victoria,
¿los derechos son todos de alquiler?

Querido Mr. Jones,
te vi en San Valentín
junto a la estación de este tren que ya no funciona
y me quedé mirando, absorta, 
cómo se te guiñaban las pestañas
al pasar la camarera más guapa de Lugo
y la forma en que tus nudillos
acariciaban la vida sin tropezar;
los arañazos son voluntarios
y tú vives en la hierba
y cruzas las piernas bajo ese hilo de humo
que previene de la llegada de la locomotora
procedente de algún siglo pasado.

Querido Mr. Jones, 
hace dos años que no me lavo las manos
porque, habiéndolas colado entre tus omóplatos
y en el mismo hueco de la clavícula,
sólo este aliento amarillo dentro de mis uñas
proyecta la fantasía de un mundo
que sigue girando.